Escribe: AgustÃn Pereiro – Economista
Argentina actualmente tiene los peores indicadores socioeconómicos de su historia. La mitad de su población está bajo la lÃnea de pobreza y 6 de cada 10 niños se ha convertido en pobre o indigente. Se estima que de no haber cambios en el rumbo del actual modelo económico, en 10 o 20 años más, la proporción de argentinos pobres será mucho mayor que la de argentinos no pobres, no sólo porque el 60% de los futuros adultos ya se encuentran hoy en esta situación, sino porque existen muchas posibilidades de que quienes reciban una buena educación o tengan una mejor posición económica, terminen emigrando a economÃas más prometedoras. Estos datos alarmantes tienen que llevarnos a reflexionar sobre lo que estuvimos haciendo mal en materia económica en las últimas décadas, para cambiar definitivamente el rumbo.

Lo cierto es que Argentina se ha vuelto un verdadero caso de estudio que asombra a todos los entendidos de la ciencia económica. Un dato que muy pocos conocen es que el paÃs se convirtió en 1895, en el más rico del mundo; una posición sostenida durante un par de años, que fue medida en términos de PBI per cápita en la serie desarrollada por la base de datos del Proyecto Maddison.
Recordemos que los trabajadores argentinos, en las primeras décadas del siglo XX, gozaban de salarios muy superiores a los ciudadanos de cualquier paÃs europeo y eran similares a los percibidos por los estadounidenses; un hecho que incentivó que casi 6 millones de europeos de todas las naciones emigraran a estas tierras en búsqueda de un mejor porvenir para ellos y sus hijos. Contextualizando, un genovés en 1910, sólo pensarÃa en dos alternativas, emigrar a Buenos Aires o a New York.
Sin embargo, en pocas décadas, un cambio rotundo de modelo, sacó al paÃs del top 5 en riqueza per cápita para conducirlo a la penosa posición actual de una categorÃa 120 en el ranking. AsÃ, pasamos de ser un paÃs de abuelos inmigrantes a un paÃs de nietos emigrantes.
Con recursos naturales y humanos suficientes para proveer a sus habitantes de una vida satisfactoria, no existe hoy mejor receta que copiar el modelo de aquellas primeras décadas del siglo XX o plagiar y calcar lo que actualmente hacen los paÃses más prósperos del planeta, donde la locomotora principal que recibe todos los incentivos de la economÃa, es la iniciativa privada.
Los postulados básicos para maximizarla son:
* Un Estado de tamaño pagable, para que los impuestos sean bajos y permitan proyectos de inversión con altos retornos.
* La menor cantidad posible de regulaciones burocráticas para que los emprendedores inviertan todo su esfuerzo y tiempo en crear riqueza y empleos.
* La capacidad de comerciar con el mundo para aprovechar las economÃas de escala, ampliar mercados para nuestros productores y, por otro lado, brindar variedad de productos y menores precios a los consumidores.
Para hacerlo de forma sustentable, los paÃses se especializan en aquellas actividades productivas que son comparativamente más eficientes, importando a la vez todos aquellos productos y servicios que serÃan mucho más caros si se produjeran y compraran localmente. De nada sirve, en nombre de la Sustitución de Importaciones, tener una economÃa herméticamente cerrada a la importación, si cada vez que nuestro tipo de cambio se vuelve un poco apreciable y/o se intenta una apertura comercial, fundimos a nuestra Industria Nacional eternamente incipiente y protegida. Cada tanto, somos testigos de miles de argentinos cruzando la cordillera en manada, para hacer sus compras en los shopping de Chile, ante la evidencia de que en el paÃs, los precios duplican o triplican lo que pagan los consumidores de otros paÃses menos reprimidos.
Para las empresas exportadoras de un paÃs abierto, tampoco es viable vender al exterior bienes y servicios con un alto componente impositivo en su matriz de costos. Por más ventajas competitivas que tenga nuestro producto de exportación, estarÃamos exportando impuestos, sin ser competitivos en las góndolas del exterior. Por eso, para que no fracase la apertura comercial, esta debe ir acompañada previamente por una reforma integral del Estado y la tan ansiada reforma tributaria.