Hay que revitalizar el turismo y -en medio de esta pandemia que tomó fuerza renovada en la mayoría de los continentes- se vuelve necesario dar señales unificadas, armonizadas y claras, respecto a la protección y asistencia al viajero con el fin de brindarles seguridad y confianza en los viajes internacionales y prevenir consecuencias sociales y económicas ante el riesgo de que se continúen perdiendo puestos de trabajo y empresas del sector.
Según las mediciones internacionales, la incertidumbre y la falta de confianza en los viajes figuran entre los mayores desafíos a enfrentar, con una caída del 70% en los ocho meses transcurridos desde el inicio de este 2020. Para ello, y a un año de declarado el COVID 19, la Organización Mundial del Turismo (OMT) comenzó, aunque tardíamente, a elaborar un nuevo código único para turistas afectados por situaciones de emergencia, bajo el objetivo de devolverles la confianza en los viajes.
El Código Internacional que cuenta con el respaldo inicial de 92 países miembros en base a las recomendaciones a aplicar en los estados miembros, tiene por objetivo garantizar que la responsabilidad de atender a los turistas en situaciones de emergencia se comparta de manera justa a lo largo de toda la cadena de valor del turismo.
La intención del organismo internacional es “prevenir problemas eventuales mediante la elaboración de planes de contingencia, la puesta en marcha de protocolos de coordinación y la capacitación de las partes interesadas en el turismo, con el fin de prestar asistencia a los turistas en situaciones de emergencia…proporcionar información en tiempo real a los turistas; allanar la cooperación transfronteriza entre gobiernos y proveedores de servicios turísticos; fomentar una estrecha colaboración entre los gobiernos y los proveedores de viajes y alojamiento; considerar la repatriación eficaz de los turistas”.
Para verlo en cifras, la caída del turismo mundial desde principio de año y hasta el mes de agosto representa 700 millones de turistas menos en comparación con el año 2019, lo que implica unapérdida de 730.000 millones de dólares. Sólo en Argentina se computa un déficit de $77.890 millones entre los meses de marzo y agosto, donde se esperaba un total de 11,6 millones de turistas y 19,7 millones de excursionistas, teniendo en cuenta nada más que los fines de semana largos y las vacaciones de julio. Recordemos que Argentina ingresó tardíamente al calendario de temporada respecto del hemisferio norte, pero prematuramente al cierre de actividades, lo que significa el cómputo de dos meses menos de pérdida pero que significaron muchos meses más de inactividad.
Mientras el país espera una decisión gubernamental respecto de protocolos unificados y aperturas interprovinciales, la OMT –llevándolo al plano internacional- señala este tipo de dificultades como uno de los principales componente estadístico que obstaculizan la recuperación. Le anteceden las restricciones impuestas al sector turístico por los gobiernos del mundo que en Argentina se impuso bajo el sello de una prohibición a la actividad, extendida más allá de la cuarentena. La lentitud con que se está conteniendo el virus y la baja confianza de los consumidores por su seguridad, suman a este cuadro según países y regiones.
Por los datos que se van registrando en el plano internacional, el turismo responsable, la coordinación entre países, el desarrollo de una metodología de marca territorio que reúna todos los atributos de una región adaptada a diferentes productos turísticos y públicos y el importante aporte del Big Data que reúne comentarios sobre las experiencias de los viajeros, pueden ser los grandes motores que utilicen los destinos para lograr la reactivación, pero la seguridad de los espacios amplios, la economía de precios accesibles, la infraestructura sanitaria de las locaciones y una reglamentación universalizada sobre seguridad y asistencia en viajes, se espera dé un marco de mayor confianza hacia la actividad, repercutiendo en mayores certidumbres y logros más rápidos.
