Escribe:
PAULA GABRIELA NUĆEZ – Universidad Nacional de RĆo Negro, IIDYPCA
El turismo es una actividad que puede ser vista desde muchos lugares. Por ejemplo, pensando en los antecedentes desde los cuales se diseƱan, la miraremos desde un sitio no convencional: el turismo como ley en el contexto de instalación de la primera legislación de Turismo de la provincia. Haciendo historia, el turismo de Bariloche se enmarca en la legislación de la provincia de RĆo Negro, por lo cual se trata de una legislación que se incluye en la Constitución redactada y sancionada en 1957.
Esta Constitución es muy interesante porque se ocupa de establecer normativas que resguardan regionalmente las actividades económicas que se desarrollan en la provincia de modo de evitar tensiones competitivas. En su artĆculo 38°, la misma seƱala: āLa industria, serĆ” organizada con sentido regional y se procurarĆ” su diversificación e instalación en los lugares originarios de producción de materias primas y de energĆaā. Pero lo mĆ”s interesante es el listado de actividades que se mencionan, porque entre los diversos emprendimientos no aparece el turismo. Sin embargo, ello no significa que en la provincia no se hicieran inversiones turĆsticas, ya que de hecho, en 1960 se definen importantes fondos para el establecimiento de balnearios atlĆ”nticos, pero en Bariloche no se considera necesaria la inversión, porque se asume que ya todo estĆ” resuelto y asĆ se escribe en las memorias de gobierno.
Este sentir no se debĆa a la falta de necesidades y reclamos elevados que venĆan desde Bariloche. Las ordenanzas municipales de esos aƱos muestran la existencia de falencias en servicios, asĆ como las limitantes en cuanto a caminos de acceso dentro del Ć”rea de atracción y otros servicios, y mĆ”s allĆ” de todo, no se registra apoyo legislativo como respuesta al terremoto y la posterior caĆda de cenizas provocada por la erupción volcĆ”nica de 1960, cuando sĆ hay apoyos concretos a otras emergencias en las zonas altovalletana y atlĆ”ntica frente a caĆda de granizo o inundaciones.
En 1964, el entonces secretario de turismo de Bariloche, JesĆŗs Dionisio Fanjul, marcó esta contradicción en un documento que fue publicado en medios de prensa regionales. Ćl indicaba que al no ser reconocido como actividad económica, el turismo carecĆa de apoyo y financiamiento, exacerbando las tensiones entre quienes se dedicaban a la actividad, mientras se promovĆa crecimientos aislados e iniciativas individualistas.
Este mismo aƱo, se sanciona en la provincia la primera Ley de Turismo (Ley N° 368) que en su artĆculo 2° indicaba: āDeclĆ”rese de interĆ©s turĆstico todo el territorio de la Provinciaā, en contra de la citada valoración regional de las actividades económicas, ya que bĆ”sicamente no se consideraba una actividad económica, a pesar de entenderse como motor del desarrollo.
MĆ”s allĆ” de ello, era una forma de mostrar una identidad provincial que se buscaba instalar en estos aƱos. El director de Turismo informaba que el avance en Bariloche estarĆa significado por el establecimiento de oficinas de informes. Para la provincia, la localidad lacustre, era un sitio resuelto que debĆa funcionar como difusor del desarrollo con impacto en el resto del espacio provincial, por eso la provincia no aparece como parte constructora del destino turĆstico andino.
MĆ”s aĆŗn, Bariloche sufrĆa un fuerte peso impositivo a la actividad turĆstica que en lugar de dirigirse al desarrollo local, se utilizó para la construcción de destinos turĆsticos en otras partes de RĆo Negro. Esto se denuncia sistemĆ”ticamente durante 1964 en todos los medios de prensa regionales, pero nada cambia.
La iniciativa de utilizar los impuestos recaudados en Bariloche para consolidar otros espacios provinciales como destino, no se pensó siquiera como forma de establecer lazos de integración regional que ayudarĆan a consolidar el espĆritu provincial, porque de hecho, a cuatro aƱos de establecerse esta Ley, en 1968, se decide que la Dirección de Turismo que funcionaba en Bariloche, se traslade a Viedma por Decreto 841/68.
Los fundamentos dieron cuenta de la falta de articulación existente entre Bariloche y el resto del territorio provincial y de la decisión de no resolverla, al seƱalar que āla experiencia ha demostrado que el hecho de que la Dirección de Turismo tenga su sede central y el asiento de sus autoridades superiores en San Carlos de Bariloche, āpor razones de distancia y comunicacionesā, dificulta el desarrollo de la polĆtica que en la materia encara el Gobiernoā (Decreto 841/68).
MĆ”s aĆŗn, profundizando la desarticulación del destino con el gobierno, explĆcitamente se reconoce la no relevancia del turismo como actividad económica regional asociada a Bariloche, al indicar en dicho decreto āque la legislación vigente, asĆ como los numerosos reglamentos que contemplan los diversos aspectos de la actividad turĆstica, no contienen normas que en manera alguna determinen las razones de la ubicación geogrĆ”fica que se ha impuesto, ni que impidan se corrija la situación existenteā (Decreto 841/68).
En la dĆ©cada de 1970, el turismo en RĆo Negro reitera el establecimiento de una estructura de servicios que da prioridad a los espacios considerados como los mĆ”s relegados, a pesar de ser centro de otras actividades como la pesca o la fruticultura.
Finalmente, en 1979, se sanciona una segunda Ley de Turismo, la Ley N° 1370, en la cual se plantea el control y unificación de tarifas, mencionando ademĆ”s, la promoción y, en Ćŗltima instancia, la bĆŗsqueda de financiamiento para la actividad, pero sin acompaƱamiento de un plan de desarrollo concreto, cuya elaboración se correspondĆa con uno de los objetivos de esta normativa (Ley N° 1370, art. 5Āŗ, inc. J).
El resultado repitió paradojas de gestiones precedentes, a pesar de declamar la necesidad del cambio. Bariloche volvĆa a ser tomada como modelo a reproducir, sin necesidad de pensar en inversiones estratĆ©gicas; algo que trajo sus consecuencias: el desarrollo de Bariloche no se acompañó históricamente desde su particularidad y asĆ el turismo terminó siendo un argumento de desintegración regional, en contra el espĆritu de la actividad.
Conociendo estos datos, hoy queda por pensar cuĆ”nto de esta historia, pueda afectar el presente y futuro de la localidad, en vista a la actividad turĆstica.
Este artĆculo resume lo desarrollado en āMarcas y atractivos en una provincia imaginadaā. RĆo Negro, Argentina, 1958-1976. Revista Quinto Sol, Vol. 22, NĀŗ 1, enero-abril 2018 – DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v22i1.1208