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Tierra de Colores: atravesando los pigmentos de la Patagonia

Allí donde el interminable paisaje de la estepa patagónica extiende sus ocres áridos, mimetizados con el coirón y el neneo, el guanaco y el choique, aparece de pronto una tierra de rosados brillantes, amarillos intensos y degradé de marrones y naranjas que se revelan a toda monocromía, para mostrar rasgos atesorados de la prehistoria jurásica. Una Tierra de Colores que pincela brevemente el noroeste de la provincia de Santa Cruz, convertido hoy en un punto de atractivo turístico que no muchos conocen.

Recorriendo la mítica Ruta Nacional 40, a la altura del Cañadón Pinturas y en camino al Parque Provincial Cueva de las Manos, impacta el colorido que el viento perseverante fue dejando al desnudo, moldeando cerros y cañadones con formas de garras que se aferran al pasado, para hablarnos del vulcanismo que dividió al antiguo continente de Gondwana, dando origen a Sudamérica, África y Australia.   

Intentando incluso un correlato histórico, porqué no pensar que aquellos primitivos habitantes que dejaron sus manos y su eternidad impresa en las piedras, pudieron nutrir su arte con los colores presentes en estas laderas.

Para ingresar, un portal de acceso a 56 km al sur de la localidad de Perito Moreno, ofrece la oportunidad de recorrer de manera libre y gratuita, el sendero circular bien señalizado por dos hileras de piedras que delimitan el camino y conducen a un cañadón de superficie arcillosa y suelta; un trayecto que entrena brevemente la paciencia que fortalece el impacto.  

Allí, según se cuenta, se han encontrado fragmentos fósiles de primates y vertebrados de la era Cenozoica, un período de grandes plegamientos que dieron forma a la cordillera de Los Andes y provocaron la extinción de los dinosaurios, hace unos 65 millones de años.

 Tras recorrer algunos metros, encerrados entre dos paredones ondulantes de un gris luminoso, aparece el primer indicio de ese verosímil “postre helado” mesetario que se vuelve desconcertante para las kilométricas panorámicas patagónicas.

Son 4,8 km entre ida y vuelta que –según anuncia el cartel de entrada- pueden ser recorridos fácilmente en una hora y 45 minutos, integrando las caminatas por la meseta, el colorido cañadón, el ascenso empinado hacia un balcón mirador y la historia revelada en pigmentos que salen del interior de la tierra, complaciendo las inquietudes del viento.

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